Richard, con un café en la mano, contemplaba las ajetreadas calles de París pintadas con la primera luz de la mañana.
Rodeado de manchas de humedad y pintura desconchada, se preguntaba si había algo que pudiera hacerle más feliz que esa vieja habitación de pensión donde ella le había visitado tantas veces durante su enfermedad.
Sólo se habían rozado las manos, y el verde de los ojos de su querida amiga ya lo llenaba todo.
Daba, impaciente, vueltas al café con una cucharilla medio doblada, sonriendo para sí, con la seguridad que no había nada más hermoso que ese pequeño cuartucho, y que probablemente, no lo volvería a haber en su vida.
Madhuvari